martes, 25 de febrero de 2014

Abecedario personal

Asistes a festivales de mi boca viajando con la tuya.
Besas igual que hablas.
Caminas y me miras, y la calle se convierte en nuestra habitación sin luz.
Darías lo que fuera por que fueran las dos de la mañana de ese día.
Empiezas a sonreír y el mundo pasa a un segundo plano.
Faltas y te busco hasta donde menos imagino que estás.
Garantizas lo que sigue y además con garantía.
Hieres a las mitades y unes las dos partes.
Insistes si desisto.
Juegas con mis palabras y vences sin hacer trampas.
Lames mis heridas y no dejas rastro.
Miras mis ojos y te pierdes.
Nacías cada vez que te volvía a conocer.
Olvidas lo que el olvido te enseña a olvidar.
Podrías irte sin más y te quedas sin menos.
Quieres convertir esto en un pacto que nos sonría de frente.
Ríes y mi felicidad se sube a un tren sin viaje de vuelta.
Sonríes cuando ves que me río al ver que te ríes al verme aparecer.
Tranquilizas mis instintos y relajas mis pensamientos.
Usas tus ojos para ganarme la partida.
Ves mis miedos y los matas.
Xerografías mi cuerpo en tu mente.
Yaces placenteramente y te observo con libertad.
Zarpas desde tu barco y llegas a nuestro destino juntos.


Cuando llegas a ese punto, te das cuenta de que ese alguien se ha convertido en tu abecedario personal, y entonces...dejas de buscar,porque ya lo tienes todo.



martes, 11 de febrero de 2014

Cuando menos lo esperas


Cuando menos lo esperas

Cuando menos lo esperas las heridas hacen daño, los problemas se convierten en fuego, las caricias se disipan y las miradas matan callando.

Cuando menos lo esperas, llueve en ti, en tus palabras, en tus miedos, en tus dudas. Y todo eso sin avisar, sin un pronóstico previo.

Cuando menos lo esperas, tu sonrisa se vuelve multicolor, tus heridas se van sin despedirse, y la felicidad empieza a asomarse con timidez por tu ventana.

Cuando menos lo esperas, encuentras “eso”, sin buscarlo, las casualidades existen y tu destino parece un guión escrito solo para ti, hecho a tu medida, y tú, sin darte cuenta, te conviertes en el director de toda esa trama.

Cuando menos lo esperas, los suspiros valen la pena, las matemáticas desaparecen y empiezas a dejarte llevar, aunque no te convenza la idea.

Cuando menos lo esperas tus dedos se deslizan por sus poros, su sonrisa se cuela en cada hueco de tu piel, y tus ojos se rompen de tantas miradas que dicen “te quiero”.


¿Sabes? Cuando menos lo esperas, no esperas nada, y, entonces, ocurre lo inesperado.